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jueves, 6 de febrero de 2014

La dignidad de la persona humana está enraizada en su creación a imagen y semejanza de Dios; se realiza en su vocación a la bienaventuranza divina. Corresponde al ser humano llegar libremente a esta realización. Por sus actos deliberados, la persona humana se conforma, o no se conforma, al bien prometido por Dios y atestiguado por la conciencia moral.



Los seres humanos se edifican a sí mismos y crecen desde el interior: hacen de toda su vida sensible y espiritual un material de su crecimiento. Con la ayuda de la gracia crecen en la virtud, evitan el pecado y, si lo han cometido recurren como el hijo pródigo a la misericordia de nuestro Padre del cielo. Así acceden a la perfección de la caridad.




La dignidad se basa en el reconocimiento de la persona de ser merecedora de respeto, es decir de todos merecemos respeto sin importar como seamos.



 Al reconocer y tolerar todas las diferencias de cada persona, para que esta se sienta digna y libre, se afirma la virtud y la propia dignidad del individuo, fundamentando en el respeto de cualquier otro ser.

La dignidad es el resultado del buen equilibrio emocional. A su vez, una persona digna puede sentirse orgullosa de las consecuencias de sus actos y de quienes se han visto afectados por ellos, o culpable, si ha causado daños inmerecidos a otros.

La misma dignidad que nos pone por encima de la naturaleza, pues podemos transformarla también en nosotros mismos, contenerla, regularla, nos hace responsables. Un exceso de dignidad puede fomentar el orgullo propio, pudiendo crear la sensación a los individuos de tener derechos exclusivos privilegios.

La dignidad refuerza la personalidad, fomenta la sensación de plenitud y satisfacción. Para justificar la esclavitud se decía que el esclavo no era persona humana, sino un objeto al igual que los judíos, gitanos y homosexuales durante el nacismo.



Es constante en la historia de la humanidad negar la dignidad humana para justificar y justificarse en los atentados contra él. La dignidad es reconocida por los seres humanos sobre sí mismos, como producto de la racionalidad, la autonomía de la voluntad y el libre albedrío , aunque los críticos sobre esta forma de asignar dignidad indican que existen humanos bajo este criterio no podrían tenerlas: bebes, niños, disminuidos psíquicos profundos, seniles, dementes, etc. 

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